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Coaching Sin Apellidos

VOLVER A LA ESENCIA


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Decir que solo a los coaches les importa el coaching es tan raro como decir que solo a los panaderos les interesa el pan o que solo a los músicos les importa la música. El coaching importa porque nos afecta, porque está cada vez más presente y porque, nos guste o no , forma parte de nuestro entorno. Seguramente conoces a alguien que ha participado en un proceso de coaching, o incluso tú mismo lo has experimentado. La palabra circula, genera debates y despierta opiniones: para algunos es un recurso cuestionable, para otros, una herramienta poderosa de crecimiento personal y profesional.


El coaching sin apellidos implica centrar su desarrollo en las necesidades esenciales del coachee que repercuten en cualquiera de las dimensiones de su vida, procurando la mejora del desempeño y favoreciendo un desenvolvimiento idóneo.

Parte de la confusión surge porque "coaching" se entiende de dos maneras principales. Por un lado, como entrenamiento: un proceso donde alguien guía, orienta y transmite conocimientos para mejorar el desempeño. Este significado viene de la Universidad de Oxford, en la década de 1830, cuando "coach" se refería al tutor que ayudaba a los estudiantes a pasar sus exámenes. Más adelante, el término se popularizó en el deporte, sobre todo en Estados Unidos. Por otro lado, coaching también se usa para describir un estilo de acompañamiento diferente: no directivo y sin transferencias, donde el coach no da respuestas, sino que facilita que la persona descubra las suyas propias.


Si pensamos en el origen de la palabra, relacionada con un "coche", la primera acepción

sería como el conductor que marca el rumbo, mientras que la segunda se parece más al copiloto que acompaña y permite al pasajero llegar a su destino por sus propios medios. Con los años, la palabra "coaching" se ha usado tanto que hoy se aplica a casi cualquier forma de asesoría, mentoría o guía. Así vemos títulos como coach de ventas, coach emocional, life coach, coach espiritual y muchos más, incluso combinaciones llamativas como coaching cuántico o coaching con caballos. A veces parece que lo importante no es el coaching en sí, sino el "apellido" que le ponen.


Esta tendencia creció porque vivimos en un mundo donde necesitamos referentes y guías. Conferencistas, escritores, influencers y líderes comparten sus experiencias de éxito, y eso nos hace verlos como coaches. Pero, al mismo tiempo, se ha perdido el sentido original del término. Aunque existen instituciones que otorgan certificaciones internacionales, muchas no logran diferenciar entre el coaching como entrenamiento y el coaching como acompañamiento no directivo. Así, muchos que se llaman coaches terminan practicando consultoría, mentoría o incluso terapia, más que coaching puro.


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De aquí surge la idea del coaching sin apellidos, que busca volver a lo esencial. En esencia, coaching solo puede entenderse de dos formas: como entrenamiento -transmitiendo conocimientos y orientando al otro

o como acompañamiento no directivo, donde la persona aprende a aprender, piensa con claridad, genera ideas propias y toma decisiones por sí misma.



El entrenamiento tiene ventajas claras: brinda conocimientos, teorías y experiencias que pueden ser útiles, pero también tiene un riesgo: depender demasiado del otro y perder la oportunidad de descubrir nuestra propia esencia. El coaching sin apellidos, en cambio, coloca a la persona en el centro. Sus beneficios son enormes: autonomía, pensamiento crítico, creatividad, confianza y contacto real con la propia verdad. La única "pérdida" es dejar de depender de expertos externos y reconocer que las respuestas están dentro de uno mismo.


En un mundo lleno de títulos, certificaciones y etiquetas, hablar de coaching sin apellidos es buscar claridad. No se trata de despreciar las herramientas externas, sino de diferenciar entre lo que es entrenamiento y lo que es acompañamiento. Como decía Rudyard Kipling, las preguntas más poderosas qué, cómo, cuándo, dónde, quién, por qué y para qué - son las que nos hacemos nosotros mismos. Y no hay mejor coach que el que nos ayuda a escucharlas con honestidad, sin interferencias ni adornos.




 
 
 

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